viernes

LA MÁS MARAVILLOSA MÚSICA




Recuerdo al barrio de mi primera infancia como un lugar con pocas casas y pocas cosas. Había mucho descampado y algunas calles por las que nunca había pasado un auto. Mucha arboleda, pastizal y cardos. El campito para jugar a la pelota y muchos perros de razas indescifrables recorriendo sus calles.

Eran esos tiempos en que el Capitalismo no tenía esa forma de enrostrarnos continuamente todo lo que no teníamos. La publicidad era en blanco y negro y estaba reducida al momento de prender la tele a esa hora en que a la merienda la llamábamos: tomar la leche. A pesar de todo mi casa estaba todavía llena de proyectos y la juventud era algo que se sentía no solo en el cuerpo sino también en las miradas. El sueño peronista se iba apagando con el principio de la dictadura y en la mesa no se hablaba de política sino de Perón; que para mí era un señor colgando de un almanaque viejo.

Lo nuestro eran dos piezas de ladrillos y una casilla pequeña con baño afuera. Era lo único que yo conocía y a esa edad los inviernos se olvidaban rápido por lo que sentía que eso me alcanzaba.

El disfrute tenía cara de asado en el fin de semana, era tener un rato de siesta para descansar, era poder festejar el cumpleaños de los hijos, algún electrodoméstico o simplemente sumarle ladrillos a una pared.

Mis hermanos eran adolescentes y trabajaban en el tambo de Bacino; un tano con fama de amarrete que repartía leche por la zona arriba de un carro tirado por un petiso blanco. Tenían algún billete en el bolsillo y el orgullo de sumar para la economía familiar. Los sábados a la tarde se los veía parados en la vereda de mi casa luciendo sus camisas de cuello alto y saludando a las chicas que pasaban. Grande fue la alegría cuando pudieron ahorrar unos pesos y comprar un tocadiscos entre los dos. Era aparato de madera reluciente con una tapa de plástico duro transparente que parecía de vidrio. Al costado traía dos parlantes pequeños también de madera con detalles del lado que salía el sonido, tenía poca potencia, pero la suficiente como para traer alegría a la casa. La tecnología todavía ni por cerca invadía nuestras vidas y el aparato más simple irradiaba fascinación; era un espectáculo en vivo que atraía a los vecinos en nuestra casa sin portón.

Recuerdo que el día que lo trajeron mi mamá llevaba puesto un vestido floreado de fiesta que lo guardaba para momentos especiales. Ella sonreía de una forma que contagiaba y de repente en la casa de la esquina se respiraba una alegría inesperada aquel día. Las ventanas estaban abiertas y las cortinas verdes se movían por una brisa tenue que dejaba salir un olor a pan casero solo para que no quedaran dudas del momento. Al entrar el aparato ni lerda ni perezosa sacó de una caja que, yo nunca había visto, un disco que tenía escondido. Era de un disco hecho de un plástico bastante transparente que dejaba ver la foto de Perón levantando sus brazos. Uno de mis hermanos la ayudó a ponerlo mientras rezongaba porque sus discos de los Beatles quedaron al costado. Ella se paró delante del tocadiscos como quien está escuchando el himno nacional.

¡Escuchen esto! ¡Esto es música! Dijo y el disco comenzó a girar de forma ondulada ya que estaba doblado. De pronto de los pequeños parlantes salió la voz ronca del general dando un discurso a la multitud que se agolpaba adentro de la caja de madera. Mi mamá reía como una niña al ver la cara de decepción que teníamos. Se lamentó que mi papá estuviera trabajando en ese horario, les pidió a mis hermanos que se quedaran y mí me paró delante del tocadiscos. Yo me quedé como hipnotizado mirando como daba vuelta el disco doblado mientras el discurso terminaba saliendo por la ventana aquel mediodía.

El fragmento no lo recordaba exactamente hasta que con los años lo he reencontrado en alguna clase de historia o en algún festejo peronista. Y cada vez que lo escucho recuerdo a mi madre en la inauguración de aquel tocadiscos, como si hubiese querido ungir algo en nosotros aquel día, como un legado sonoro que llevamos desde entonces.

Cada uno recorrió sus gustos musicales de distinta manera y a mí en particular se me dio por poner, en mi casa, parlantes por todos lados. Por esas cosas de la vida que es largo y espinoso contar mis hermanos al poco tiempo se fueron de mi casa y cuando volvieron los años los habían convertido en dos extraños para mí. No sé qué tanto ni de qué forma aquellos primeros sonidos del viejo tocadiscos se hicieron carne en ellos; pero cuando yo voy a las marchas por los motivos que sean y las multitudes gritan, algo del sonido de aquellos parlantes de madera invade el ambiente y sigo escuchando al viejo Perón con su vos ronca de abuelo bueno que me dice “Llevo en mis oídos la más maravillosa música que, para mí, es la palabra del pueblo argentino”.


Ricardo Hernández del libro La palabra como resistencia, relatos en la otra pandemia.


Ver más sobre el libro "La palabra como resistencia

 

martes

LA REBELDÍA NORMALIZADA


Imagen: elevart.org


Enero 2019

 

Días pasados conversaba con un compañero sobre las preocupaciones que todavía me acompañan en relación a la posibilidad que uno termine siendo algo o mucho de lo que criticó toda la vida. Sin dar nombres, ni lugares ni circunstancias recuerdo que en mis comienzos laborales (sobre todo) observaba a más de uno y me decía: ¡ojalá que no termine así!!

Si usted posible lector me conoce y sabe de las macanas que me he mandado durante los últimos tiempos podrá decir con mucho atino que ¡ya es demasiado tarde! Punto para usted.

No es que le esquive al tema, sino que me interesa pararme en otro lugar donde quizás también este contenido este aspecto. Así que querido lector (conocido) puede armar su lista de yerros tranquilo que quizás me ayude a mirar mis propias miserias.

No es desde un punto de vista moral que me interese analizar estos temas. No solo porque quedaré irremediablemente mal parado sino porque creo que las cosas son un poco más complejas. Creo que el propio sistema en el que vivimos posee sus propias dinámicas que van moldeando a los individuos como un trabajo silencioso del cual es muy difícil escapar si se quiere el término. No son pocos los que piensan que ver al sistema como un gigante malo que hace y deshace a gusto la vida de todos es de un reduccionismo precario y que además este planteo encierra una subestimación hacia los individuos ya que serían solo una especie de títeres manejados por otros.

Por mi parte me inclino a pensar en un sistema como un gran entramado de vinculaciones y significados que le van dando sentido a la realidad y al lugar que uno ocupa en el mismo. Dentro de contextos de dominación social con lógicas determinadas, intereses determinados y sus estrategias al respecto. Simplón y corto lo mío, pero a lo mejor me sirve.

Lo que estoy tratando de decir es que todos cumplimos un rol dentro del sistema. Tanto el operario de fabrica como el que se desempeña como docente. En este sentido técnicamente somos “funcionales” al sistema en que vivimos; es decir que hacemos posible que el mismo pueda funcionar. De todas maneras, esto no significa apoyar sus aspectos injustos. Está claro. ¿Está claro? porque si nosotros mismo somos parte del sistema y el sistema son las personas que lo conforman ya que no es una entelequia, me parece. ¿Cómo podemos tener en claro qué cosas y de qué forma no somos reproductores de ese sistema si somos parte del mismo?

Si usted es de los que piensan que ya bastante hace resistiéndose a las injusticias del sistema, a las políticas de este gobierno macrista en su lugar de trabajo y en la vida misma; con su militancia y su resistencia puesta a prueba todos los días como para que alguien que seguramente no tiene autoridad ni los pergaminos suficientes le venga a sugerir que quizás está ayudando a reproducirlo. Si esto le ha molestado, quizás tenga razón y usted haya llegado al típico capítulo de un libro que muchas veces se pasa de largo. Sepa disculpar mi atrevimiento. Y si quiere saltearse este capítulo hasta el siguiente en donde retomo una escritura tal vez menos densa sin tantos cuestionamientos lo puede hacer con toda libertad. Quedará entre usted y yo en todo caso el secreto de saber que no ha leído el libro completo. Si llegamos a cruzarnos personalmente puede guiñarme un ojo y no lo incomodaré con algún comentario al respecto.

Entiendo que si está transitando este párrafo es porque está dispuesto a husmear en esa posibilidad (sin el extremo de pensar que somos títeres manejados por otros) de plantear que hay lógicas del sistema que vamos tomando y haciéndolas propias sin darnos cuenta. Muchas veces simplemente por no verlas, otras porque quedamos tomados por ellas para poder sobrevivir en organizaciones en las cuales si no lo hacemos lo cotidiano se nos convierte en un litigio constante. A veces son decisiones conscientes y a veces (incluso por características o carencias personales) por ejemplo terminamos creyendo que la empresa en la que trabajamos es como nuestra familia y hablamos como si fuéramos socios; en el caso de una escuela el portero puede creerse dueño de la puerta o un docente se preocupa más por cuidarse sus espaldas en vez de hacer su trabajo.

No quisiera escarbar en esos asuntos en donde lo que se es consciente o no porque es un hilo muy delgado y el dedo acusador se nos suele levantar fácilmente. De ultima: cada cual que se haga cargo de lo que quiere asumir o no.

Lo que sí me parece interesante es husmear por aquellos lugares en donde la mayoría suponemos que poco tenemos que ver con ser funcional a un sistema; es decir que colaboramos de una u otra manera para que la cosa funcione. Sin embargo, todo parece indicar que vamos asumiendo un rol que nos va quedando cómodo tanto al sistema como a nosotros mismos. Si pensamos por ejemplo en la vida cotidiana veremos que está plagado de hábitos nuevos y no tan nuevos ligados casi siempre al consumo que fuimos adquiriendo de forma activa en esto que se dio en llamar: Capitalismo. Creador continuo de nuevas necesidades para convertir todo (o casi) en productos vendibles. Es en este intercambio básico en donde encontramos nuestro propio accionar para que la rueda siga girando. Sacando las necesidades básicas como para poder graficar la explicación podremos abordar el tema de las comunicaciones y la tecnología como un tema en general recurrente y señalar que alguna vez nos vasto solo con tener teléfono de línea para poder vivir. Es ahora un argumento cierto pero arcaico a esta altura del desarrollo del consumo, era solo para intentar ser más claro.

 Sin embargo, el modo en que se usan los dispositivos que acceden a las redes y sus distintos formatos va seduciendo el narcisismo del militante social más comprometido que pone por delante los beneficios y subestima los perjuicios que esto puede acarrear; como por ejemplo el tiempo que dedicará en atender su aparato, su dependencia y lo que reciente a los vínculos interpersonales como consecuencia clara. Aspectos altamente naturalizados hasta el punto que molestan hasta leer sobre ellos. En este mismo sentido podríamos mencionar el ingreso impulsivo de datos personales para conseguir promociones en la compra de productos que nos coloca en esa relación de ida y vuelta entre lo que el mercado quiere de nosotros y lo que voluntariamente le ofrecemos para moldear nuevas formas de consumo.

Es decir que ya sea por acción u omisión vamos alimentando el sistema de información que nos moldeará como usuarios y clientes. Por supuesto que no ahondaré en el tipo de comunicación que trae aparejado el uso de estas tecnologías marcado por las reinterpretaciones constantes y su influencia en nuevas subjetividades que se van construyendo a luz de estas lógicas porque merecería un capítulo aparte.

Me vuelvo a preguntar sin atinar aún una respuesta clara: ¿somos productores o reproductores de los contenidos que circulan?

Las fake news, los memes, la palabra acotada y la supremacía de la imagen nos va colocando en un plano determinado de formas de consumir la información. Incluso a los que creemos en que todo es político en el plano comunicacional subestimamos su importancia como si fuéramos apolíticos “no deber ser para tanto” nos decimos a nosotros mismos.

Pero los que dudamos y titubeamos somos nosotros; la sociedad de consumo convierte desde una remera del Che Guevara en una oferta hasta un programa que hable del Poliamor en un producto. Todo parece transformarse para consumir. ¿Es posible escapara a esto?

¿Nuestras posturas políticas, nuestros estados de ánimo también podrán convertirse en bienes de consumo?

Hay quienes hablan del consumo irónico que sería algo así como personas que consumen contenidos que nos les gusta en distintos formatos (tv y redes sociales) solo para ver cómo funcionan y tener argumentos para criticarlos; incluso hay grupos que se juntan para ver programas de tv que detestan solo para reírse en grupo. Se burlan, repudian consumiéndolos y lo que uno creería que es sumamente saludable termina dando legitimidad con su encendido o con su visita. Terminan ayudando al rating y viralizando contenidos reenviándolos a otros que quienes muchas veces los dan por válidos.

La funcionalidad de estas acciones no requiere de mucho análisis, pero nos coloca en otro lugar menos independiente del que muchos creemos que tenemos dentro de la sociedad. La palabra libertad se va acotando quizás porque la definición de libertad relacionada con democracia también se devalúa en pos de una sociedad con altos grados de control y consentimiento. No hace falta ser un tonto o un oficialista para ser colaborador.

El gobierno de la ciudad de Bs As viene impulsando un proyecto desde varios años para construir un lugar exclusivo para protestar. Un lugar exclusivo para la rebeldía del que no está de acuerdo, del que necesita expresar a su modo su repudio o su reclamo. Rebeldía con permiso. Entrar en la norma, ¿cómo podría llamarse? Si nos remontamos a los principios del gobierno de Macri y su brutal represión a los maestros; una de las razones que daban era que no estaban autorizados a protestar; con todo lo ridículo que sonaba aquello hoy parecería seguir tomando forma.

En la sociedad que se va construyendo parece que cada uno tendrá reservado su lugar. Los que se resisten también porque la idea de esta democracia es que cada uno pueda seguir un protocolo incluso los marginados y victimas del mismo. Hay algo del transitar de cada uno por su carril sin molestar al otro que se percibe como civilizatorio, este rol parece cumplir, de hecho, el metrobus al ordenar las últimas protestas asemejándose a una especie de protestómetro (su medianera funciona como gradas), Las fuerzas de seguridad solicitan a los movimientos sociales que les informen con anticipación por cuales calles marcharán así se les reserva el paso y cierto orden no se ve perturbado. Cada uno en su lugar los ciudadanos que protestan por un lado y los que no por otro. ¡Una tranquera que se abre para separar el ganado!

No, es mucho decir…. por supuesto. ¿Construirán un molinete donde colocar la SUBE y poder pasar a protestar?

Solo exageraciones.

Porque están haciendo lo que hay que hacer. Porque por suerte cada uno cuenta con una aplicación para poder participar en este país. Porque... ¿la democracia es eso? ¿no? Participación que te permite vivir normatizado, en regla…incluso para los que no les gustan estas reglas… ¡A los que no les gustan nuestras reglas por este carril por favor!!!...., ¡Gracias! ¡Bienvenidos!!!....

Porque no es el gobierno, no es Macri: es el sistema. Ese que nos prepara todo el tiempo un lugar con una credencial en la mano y nos invita a lo que parece inevitable. Sus decorados son cada vez más fuertes y difíciles de romper. Ya en Truman Show hubo ese problema y quedó todo al descubierto (tratarán que no se repita). Han aprendido, se han sofisticado tanto como el film interactivo de Black Mirrow (Bandersnatch) tan distópico que uno no sabe si es premonitorio o solo juega con nosotros a que creamos que somos los guionistas de la historia manejando la vida del protagonista como se nos antoje. Como un títere que obedece nuestras indicaciones. Quizás terminemos tan sorprendidos como el personaje que se da cuenta que alguien lo está manejando; y podamos ver que hay otros guionistas que nos hacen creer que somos nosotros los dueños plenos de nuestros actos. Sería tan cruel el descubrimiento que buscaríamos desesperados el botón de reinicio con la ilusión de manejar el tiempo. Como en aquella vieja novela de Unamuno en donde Augusto descubre que es solo un personaje creado de por un autor. (Niebla 1914).

¿En que estarán intentando convertirnos y nos damos cuenta todavía?

Porque por momentos parecemos candidatos a convertirnos en…los administradores de las sobras del sistema, a ser más funcionales que funcionarios del Estado, a estar acostumbrados, a ser espectadores, a la chatura, a la decepción que tenemos del otro que siempre roza la soberbia, a estar solos, a la queja, a pensar obsesivamente en la derrota, a la resignación, a aspirar solo a que te alcance el sueldo, a saberte con razón cuando miras por la ventana y saber que eso sirve de poco, a conformarnos solo con encontrar películas progres en Netflix y a saber que no somos los responsables de lo que sucede. Al rencor y al resentimiento. A dejar de preguntarnos, a ser correctos, obediente o rebeldes con permiso. A comprar remeras de Che en el Shopping con la tarjeta de débito. A ser militantes populares pagando viajes a Disney en cuotas, a ser compradores de electrodomésticos y alimentos sin gluten sin saber de qué se trata, a ser solo oyentes indignados de Víctor Hugo, a dejar de ser y no darnos cuenta.

¿En qué te han convertido Daniel? … ¿en un panelista de 678?

Y enseguida se nos viene al recuerdo el ex candidato con menos pasión de la historia que se quedó solo con su corrección insulsa buscando explicar lo que parecía inexplicable.

El sistema no es un monstruo que te señala con el dedo y te convierte en algo; pero normatiza a pesar nuestro.

¿En que nos estarán convirtiendo entonces? Y mientras lo pensamos nos damos cuenta de que la cara que puso Scioli en esa ocasión es parecida a la que ponemos los que apoyamos críticamente al otro gobierno y queremos que al menos nos escuchen un poco en alguna reunión: “Yo no soy kirchnerista pero” …como si fuera necesario para ser escuchado tener que negar al de los que somos (incluso no siendo kirchneristas).

¿Nos estarán convirtiendo en pequeños Sciolis?

Con una rebeldía normalizada inocua e inofensiva que nos alcanza para levantar un poco la vos, conversar con amigos sobre la última marcha o estar replegado en los ámbitos familiares.

¿Cómo es ser rebelde en estos días?

¿Cómo salir de ese molde que nos arman? Quizás como en otros planos de esta vida posmoderna ya no se trata de ser sino de “estar”. Estar atentos y en movimiento constante para quedar tomados lo menos posible.

Un referente social de mi barrio cuando yo era un pibe me decía que el sistema era como estar en un lavarropas. (Obviamente imaginemos un lavarropas viejo). “Hacemos el mismo movimiento que la ropa, la mayor parte del tiempo estamos hundidos, sacudidos y dando vueltas. Pero en algún momento emergemos a la superficie y podemos ver algo”.

Quizás se trate también de algo más colectivo la posibilidad de “ver algo”. De estar en movimiento constante tratando de desmarcarnos como en el fútbol, no solo para que pueda llegarnos la pelota sino porque necesitamos estar con otros en el mismo juego.

 

Ricardo Hernández

Libro "La palabra como resistencia, relatos de la otra pandemia"

jueves

PRIMERAS OPINIONES DEL LIBRO "LA PALABRA COMO RESISTENCIA"



Qué se dicen los primeros lectores


"Es complejo explicar la emoción aun viniendo de la reflexión. El libro me invitó todo el tiempo a reflexionar en retrospectiva, en presente, en futuro. Hablo del libro y no de  tu libro, aunque parezca una contradicción, vos sos tan solo y tan mucho el autor. A mi me caló profundamente así que también es mío".


 Fernando Beracochea


Es un libro categórico, fuerte, seguro pero también con muchas preguntas y dudas sobre la realidad; con una ternura presente en todo el libro. El análisis político social es impecable...¡Me encanto!... es un libro que representa el sentir de muchas personas.


Elsa Scalabrin


Articula y desarticula atando cabos, armando el rompecabezas de una vida, de su vida, en la bitácora, en los pliegues del olvido; apelando a la responsabilidad individual y colectiva , remarcando una dosis de esperanza en que la palabra (tan devaluada por los efectos del capitalismo más arrasador) pueda resistir.


Andrea Urdiales

 

lunes

LECTURAS FRAGMENTOS LIBRO LA PALABRA COMO RESISTENCIA

Fragmento texto "En estos días".

Capitulo "LAS CAÍDAS"

Lector. Ricardo Hernández


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jueves

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martes

CESAJ 2017: una experiencia única.


domingo

Sobre anafes moscas y celulares perdidos.




Los pibes no dijeron nada del celular.

¿Por qué tendrían que haber respondido dentro de los tiempos y formas que les pedimos los docentes?¿Los procesos de ruptura de códigos, acuerdos de grupo, pactos de silencio tiene un tiempo definido por otros? ¿O era más una necesidad nuestra?

Con el transcurso de los días tengo la impresión que nuestra propuesta estuvo cargada de cierta omnipotencia ..¿Somos tan “grosos” como para pretender que un pibe que vive una realidad ya hace tiempo compleja, en un contexto de bombardeo” de valores individualistas, egoístas,  puedan plantarse diferente?

Y no estoy hablando de que hay que resignarse a que “son así”. Lo que digo es que son parte de un pueblo afectado por un discurso dominante muy fuerte en estos tiempos.¿Qué esperábamos? ¿Por qué debería haber sido diferente a lo que sucede en casi todas las escuelas?Porque el CESAJ es  diferente…, podría ser una respuesta.Pero ¿Qué tan diferentes somos?

¿La posibilidad de irnos a otro lugar con el CESAJ no nos pone dando la misma respuesta que da cualquier escuela cuando los pibes se mandan una macana?...EL CASTIGO…Los castigamos porque se robaron el celular y porque no responden como nosotros quisiéramos.

Lo cierto es que en otro lugar la mitad de los pibes quedaran
en el camino. No van a ir. Entonces los castigados van a serlos pibes, no los docentes que tenemos nuestros trabajos asegurados. Con todas sus limitaciones del caso el CESAJes una de las pocas oportunidades de estar insertos en laescuela. ¿Quién va a explicar que los que vinieron a dar una oportunidad ahora de rajan?

Los pibes no dijeron nada  del celular.

¿Eso hace que nuestro trabajo no sirva?¿Es una demostración de que las cosas se estuvieron haciendo mal?¿Está bien irse cuando no nos echan?...En estos tiempos en donde hay cada vez menos propuestas inclusivas y se “pierden” espacios nosotros vamos a renunciar a un espacio?

“Hay que demostrar un cambio” “No podemos seguir sin que algo cambie” se repite con mucha convicción. Pienso que no se transmite un cambio  yéndonos a otro lugar y por otro lado creo que ya nada va a ser igual aunque aparezca el celular.

Pero en este caso me parece que “la palabra CAMBIO” ya es una daga que lastima.

No querer quedarse en un lugar en el cual ganó un funcionario de CAMBIEMOS  es bastante respetable, pero si no se dice hay una verdad que está faltando.

Si no se sabe dónde está la anafe y la batidora( y las acusaciones se cruzan…) hay otra verdad que falta.

¿Cuántas cosas se pueden justificar y ocultar por lealtades políticas o por relaciones personales? Hay un texto en Psicología (los que saben del tema se acordarán más que yo) que relata una escena familiar alrededor de una mesa en donde después del fallecimiento de los padres los hijos están reunidos solo para discutir cómo será el reparto de la herencia. Ninguno se anima a hablar del tema y disimulan con otros temas sin poder poner en palabras lo que estaba contenido. Lo cierto es que aparece una mosca sobrevolando la mesa. Posándose en sus caras y los comensales tratan de arremeter contra ella con una furia inusitada, exagerada. Hay enojos, hay gritos, objetos caídos y esto hace que entre reproche y reproche se pusiera en palabras los distintos reclamos y diferencias en el reparto de la herencia familiar. Es decir una “mosca” los hace hablar de la otra “mosca”(el dinero), que era el tema latente.No recuerdo como termina la vida de la mosca pero lo cierto es que destapa lo que no podía decirse.

A lo que voy con esta cuestión es que por momentos me parece que  “el celular” funciona en nosotros como esa mosca sobrevolando temas  que no se están pudiendo decir. El celular como el icono principal de los objetos que la sociedad de consumo  nos presenta para comunicarnos, para hacer circular la palabra… pero resulta que esas palabras contenidas no aparecen. No se dicen.

Y notoriamente nuestros desacuerdos y enojos circulantambién por los celulares. Lo que se dice y lo que se interpreta parecen caminos que no siempre se encuentran. Está bien expresarse pero me parece que ya es bastante con la realidad de un país al que están convirtiendo en un lugar complicado como para que la bronca se tire hacia adentro. En los mejores grupos si esto no se mide se corre el riesgo de la autodestrucción. Hay grupos que se “autoagreden” se “autodegluten” ( hay mucho material escrito sobre eso)y siempre es un riesgo.

Por otro lado algunos mensajes de Watsapp revelan a mi entender (que es una interpretación más) una decepciónhacia esos pibes “que te das vueltas y ya te roban” “ya no dan ganas de ir a laburar” propia de estos tiempos. Porque son parte de un pueblo que elije ser de una manera distinta a lo que uno espera. Falta una afirmación, cierta parcialmente, que yo no me dejo de hacer desde  2015…Y encima votan a CAMBIEMOS.

Transitar estos tiempos históricos no está siendo fácil y explicar lo que por momento parece inexplicable tampoco lo
es.

“Se rompió la confianza” repetimos algunos con cierta decepción.  A mí me parece, y acá hay algo latente, que se rompió algo del vínculo con ese otro por el cual se lucha y se trabaja que esta difícil reconstruir. Ese otro que no solo votaa CAMBIEMOS sino que reproduce día a día el discurso del dominador. Ese otro que por ejemplo con respecto a la desaparición de Santiago Maldonado decía cosas como “ “Ese guacho seguro que anda por ahí” …” Y se la buscó también”(palabras de nuestros pibes).

Me parece que hay algo de la decepción que flota porque...”encima te roban”. Creo que el gran desafío es reconstruir ese vínculo con ese otro. Juntar los pedazos y pegarlos con cinta si es necesario para superar la decepción. Putear en Facebook ya está visto que no alcanza a lo mejor los docentes tenemos una oportunidad con nuestros propios alumnos.

Mirar la inmensidad del universo arriba de una montaña no es la única manera de ver los pequeños que somos frente a las cosas. Tal vez nuestras propias agendas diarias marquen también nuestra propia dimensión en una propuesta que mientras medio país se pregunta donde esta Maldonado nosotros nos preguntamos ¿dónde está el celular? ¿Donde está la anafe?.

En ocasiones nos expresamos como si fuéramos una ONG independiente y la verdad es que la primera independencia de un proyecto es  su independencia económica y en ese caso no tenemos un presupuesto propio ni para comprar las galletitas de todos los días (mate cocido tampoco).

Tal vez nuestras grandezas estén en otro lado y no tanto en si nos la bancamos frente un inspector. Tal vez es lo que esta difícil ver en estos días y por ahí esos alumnos que nos defraudan lo pueden ver con más claridad que nosotros y a pesar de todos siguen estando todas las mañanas esperando su clase.
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